A punto de cumplir un mes como madre primeriza (o primípara como me llaman los malvados médicos), hoy quiero compartir con vosotros la sabiduría más importante que he adquirido desde que di a luz: los trucos que os van a ayudar a dormir a vuestros bebés.
Dormir a un bebé es una experiencia única que te pone en contacto con tus intenciones de llamar a Herodes tu paciencia. Una prueba para los que aún no hayáis pasado por este proceso puede ser coger a un yonki de vuestro poblado favorito y persuadirle, en pleno síndrome de abstinencia, de que se duerma.
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Repetid conmigo: OMMMMMMMMMMMMMM |
Hay tantos métodos de dormir a los bebés como padres
Si notáis que estáis empezando a perder vuestro punto zen, llega el momento de probar trucos de esos que tanto gustan a niños y mayores. Hay quien te dice que pruebes con música bajita, hay a quien le da buen resultado ponerle un ruido blanco como un secador
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También podéis llamar al señor conejito y al señor patito para que os ayuden (imagen de Punto de Cruz) |
Cuenta la leyenda que los fantasmas de los padres primerizos se aparecen en los sitios más insospechados intentando que sus hijos logren dormirse: los hay junto a las lavadoras, en el cuarto de baño, sobre los radiadores, en los brazos de un pterodáctilo y el gran clásico: el bebé que echa al papá de la cama de matrimonio (ojo, no estoy en contra del colecho, solo pienso que no es para mí).
¿Pensáis que ya lo sabéis todo sobre dormir bebés? ¡NOOOOOOO! Porque lo que funciona una vez no tiene por qué funcionar la vez siguiente. Y puede que consigáis que se duerma pero de pronto el ruidito más inocente en el momento más insospechado puede dar al traste con las últimas dos horas de mecer al bambino mientras haces ruiditos repetitivos, por no hablar del poder despejante que tiene la cuna, basta con que el niño note que ha cambiado de ubicación su siesta para que se despierte entre gritos.
Mi consejo, pues, es que os arméis de paciencia porque no hay una manera fácil ni mágica de dormir a los niños. Espero poder daros buenas noticias sobre mis horas de sueño pronto sin tener que recurrir al cloroformo. Por mi propio bien, más que nada.
Y siempre está la alternativa: no tenerlos, y así el adulto puede descansar.
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