Van cuatro veces en año y medio, las tres últimas en seis meses. Me refiero a entierros, esta vez a la que le ha faltado el aliento ha sido a mi abuela. Hay quien me dice que estoy siendo valiente, y la verdad es que mÔs que valiente me siento anestesiada. Justo cuando ya crees que te duele el alma, que no vas a poder soportarlo, te toca volver a empezar y otra vez todos los por qués, todas esas cosas que siempre te faltan por decir, todos esos mimos que te faltan por dar.
Tres abuelos y un padre. De verdad os lo digo: duele como si me hubieran ido arrancando pedacitos de mĆ. Ayer fueron los cocidos de mi abuela y sus historias, pero antes eran los mimos y las cosquillas, y antes las miradas de orgullo y las caricias y antes mĆ”s de todas esas cosas buenas con las que pasamos la infancia y que creemos que nos van a acompaƱar para siempre.
Hace falta mÔs gente de esa que te quiere incondicionalmente, de la que te ayuda a levantarte cuando te caes, de la que te enseña a andar, de la que te dice cosas bonitas aunque hayas metido la pata hasta el fondo. Lo bueno que saco es todo el apoyo que me estÔ llegando, de amigos, de compañeros, de familiares. Todas esas manos que estÔn ahà para sostenerme cuando no puedo mÔs, los que estÔn por teléfono, por mail, en persona...
Solo quiero desconectar, no quiero volver a pisar un cementerio en una temporada grande, asà que ya os estÔis cuidando todos. Hombreya.
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