Objetos de tortura I:
Los asientos de los autocares
Hoy he hecho un viaje largo en bus. Y he constatado una vez mĆ”s que los autocares son objetos de tortura, y como tales deberĆan ser lapidados y condenados al ostracismo. Vamos a ver, ¿quiĆ©n ha diseƱado una mĆ”quina tan maligna? Los asientos de los autocares estĆ”n diseƱados para encontrar cualquier nervio de tu cuerpo y anularlo.
Y no, no es excusa que seĆ”is muy grandes, porque yo, que no llego al metro y medio, cada vez que me duermo, es como si me dieran una dosis de anestesia y me despierto con los brazos y las piernas entumecidas (he tenido una visión fatĆdica al despertarme, pensando que me habĆa quedado tetraplĆ©jica cuan Ramón Sampedro): no podĆa mover ni las manos ni los pies (como en el escondite inglĆ©s). Y lo peor de todo es cuando llegas a casa, que te duelen partes del cuerpo que ni te acordabas que existĆan. Y encima te hacen pagar por ello.
Claro, y dirĆ©is vosotros "pues anda que cuando se tumba el del asiento de alante..." No os engaƱƩis, a mĆ me caben las piernas si me doblo cuan feto en el asiento y aĆŗn asĆ la ergonomĆa maligna de los asientos de los autocares encuentran la manera de hacerte sentir los abdominales oblicuos (sĆ, sĆ, esos que sólo conocĆ©is por el Ab.master de la teletienda). En fin, que me voy a mi cama que no es ergonómica pero que me cuida (ademĆ”s, tengo a Lucho que me susurra).
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