Las alarmas
Hoy cuando salĆa del trabajo, ha venido algo a perturbar la paz del barrio pijicĆsimo donde desarrollo mis actividades laborales. Era una alarma de un coche.
Son curiosas las alarmas de los coches, porque ni siquiera los dueƱos del vehĆculo saben cómo desactivarlas (al menos yo no sĆ© cómo desactivar la del patchmóvil.Es mĆ”s, ni siquiera sĆ© si tiene alarma, aunque espero-deseo que sĆ). Y luego cuando suenan,provocan justo la reacción contraria que se espera: pasas por su lado y cierras los ojos, encoges los hombros, te tapas las orejas... No quieres estar ahĆ. Incluso te sientes como un delincuente, miras hacia los lados, como comprobando que nadie te mire... ¿Y todo para quĆ©? Para nada! ¿QuĆ© ladrón se va a quedar al lado del coche cuando ya estĆ” sonando la alarma? Si es que los ingenieros no se lo curran, serĆa mĆ”s prĆ”ctico meter dentro a una niƱa tipo MarĆa Isabel, que se pusiera a cantar al ladrón "Antes muerta que guarrilla" (o no, porque lo mismo el ladrón se iba corriendo). O que les diera un calambrazo gigante.O les pondrĆa sanguijuelas, que vi el otro dĆa un documental en el que decĆan que las sanguijuelas tienen una trompa que mide cinco veces su cuerpo.
En fin, que deberĆan prohibir las alarmas. O poner sólo la luz, que ya es disuasoria (espero que Perry no se enfade si digo aquĆ que una persona que le es muy cercana instaló un diodo (una lucecita pequeƱa, roja, pero no intermitente) para que los ladrones pensaran que tenĆa alarma).
Desde aquĆ hago un llamamiento a vuestras conciencias cĆvicas (ah? que no tenĆ©is conciencia? Bueno, nadie es perfecto). No robĆ©is el patchmóvil, todos los discos que lleva son copiados.
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