La semana pasada tuve un pequeño susto
que me llevó a urgencias. No voy a entrar en detalles de mi
historial médico porque ya sabéis que no soy mucho de explayarme en
cosas privadas por aquí, pero bastará con que sepáis que lo que
tenía no era muy grave y, sobre todo, no era contagioso.
Creo que hacía años que no iba a
urgencias por algo mío, por lo que hasta el domingo pasado no tenía
muy claro qué pinta tenía una sala de urgencias por dentro pero, para los que
no hayáis ido hace tiempo como me pasaba a mí os haré un resumen:
las salas de urgencias son deprimentes. Lo mejor fue que una
enfermera había tenido a bien ponerme una pulserita con mi nombre y
mi fecha de nacimiento por si se me olvidaba. Por suerte también
apunté la dirección de mi blog porque nunca sabes quién te va a
mirar las pulseras y tener un blog desde 2004 pues como que da mucha
caché. Estuve por apuntarme también mi talla de zapatos (una 35) ya
que se aproximan las navidades y a lo mejor a alguien se le ocurría
hacerme un regalito espontáneo de los de “recupérate pronto”.
Como lo mío no era mega grave ni mega
urgente pasé unas
dos horas ahí esperando a que llegara mi turno, y
durante ese tiempo jugué a lo que podríamos denominar
“huye del
apestado”. No me entendáis mal, no es que odie a los apestados,
para mí merecen el mismo respeto los que padecen la peste bubónica
que los leprosos, los que tienen la gripe aviar o los visigodos pero no me vais a
ver compartiendo con ellos
chupa chups ni sugus que las babas las
carga el diablo.
 |
¡Patch, dame un abrazo, si no estoy tan enferma! |
Puede que os parezca una cosa fácil,
pero entended que era mi primera vez en hacer una
clasificación de
enfermos a partir de un juicio visual. A la primera que vi fue a una
adolescente que no podía ni abrir los ojos, estaba en un rincón y
de vez en cuando soltaba ays como si la estuvieran llevando a la
tumba. No pude decidir si era contagiosa o no pero me dieron mal
rollo sus gemidos, así que me acerqué a otra zona con más
jolgorio.
 |
Anda, Patch, adóptame, mírame qué mono soy |
Un poco más allá había un
viejuno
con unas toses sospechosas, tanto que se lo llevaron al poco rato. A
ese tampoco me acerqué, pese a que los viejunos son mi especialidad.
También había un par de
chicos esposados que gritaban que no se
habían tragado la droga. Evidentemente lo suyo no era contagioso
(al menos habían tenido buen gusto para no comer cosas venenosas) pero no me sentía con fuerzas para estar cerca de dos detenidos
no
fuera a tomarles cariño y me viera obligada a llevarles a la cárcel
pasteles rellenos de limas.
Al final acabé encajando entre un
chico con el brazo en cabestrillo y una viejuna en silla de ruedas que tuvo que pedir una sábana para taparse porque había salido de casa con una falda demasiado corta para su gusto (a mi entender la falda estaba bien, pero tampoco quise entrar a discutir).
En resumen:
las salas de espera de urgencias son el mal. En resumen sub 2: no dejéis a los viejunos solitos esperando dentro que se ponen muy nerviosos.
Al lado de esa Cruz Roja nací yo :) Y no, no es broma, mi madre estuvo ingresada de mi en la habitación que corresponde a la ventana izquierda.
ResponderEliminar¡¡Qué cosas!!